Se pasó la vida como el segundo de los Chileneros pese a que fue el impulsor. Ahora es el único sobreviviente y cuando alguien le pregunta por Nano Núñez, su eterno compañero de canto, revienta a garabatos. Don Luis es bueno para la chuchada y las saca cuando recuerda cómo era el Santiago en que se crió, con viejos que se juntaban a cantar, tomar y agarrarse a cuchillazos en las casas de putas. ¿Cueca brava era eso? “Esa güeá no ha existido nunca”, dice indignado en medio del renacimiento de “La Chilena”.
Por: Joaquín Riveros
El taxi llega puntual a las 9 de la noche y se estaciona frente al restaurant El Huaso Enrique, a doscuadras de la Quinta Normal de Santiago. Es jueves y en un par de horas, como todas las semanas, el lugar va a hervir de gente joven bailando cueca. Un espectáculo impensado una década atrás, pero habitual tras el renacimiento de “la chilena” de los últimos años.
La puerta del taxi se abre y baja un viejito menudo, de terno gris, corbata celeste y pelo blanco, seguido por un hombre algunos años más joven, ciego, que para avanzar se apoya del hombro de un tercer hombre que carga en un estuche de género algo que debe ser un piano eléctrico.
El viejito de terno gris y pelo blanco es Luis Araneda, el Baucha, el último de Los Chileneros, el conjunto folklórico que grabara por primera vez en 1967 la cueca brava. Una hija huacha, bastarda, no reconocida del folklore hasta entonces dominado por las cuecas y las tonadas oficiales al meloso y engominado estilo de Los Quincheros.
Si Los Quincheros son la máxima expresión de una chilenidad oficial, de salón, memorizada como tarea en las escuelas durante Pinochet y acompañante fija del rodeo patronal, Los Chileneros son su antítesis. Son los representantes de una chilenidad profunda, marginal, que sobrevivió, cultivada por peones, obreros, matarifes y gente de pueblo en los puertos como Valparaíso, San Antonio o Coquimbo o en mataderos y mercados como La Vega o barrios pinganillas de Estacion Central o Franklin, arreglándoselas con lo que viniera como instrumento: un par de conchas de ostiones o choros en los puertos, unos tapabarros viejos o un par de platillos de té, en las ciudades, hacían las veces de percusión. Luis Araneda, el Baucha, el viejito del pelo blanco que llega puntual a las 9 de la noche al Huaso Enrique, es el último sobreviviente auténtico de esa cueca.
En una curiosa jugada del destino, el Baucha se sienta en una mesa justo frente a un retrato del Nano Ñuñez, su eterno compañero junto al Perico y al Chico Mesías, en Los Chileneros. El Nano Nuñez, muerto en 2005, gastó sus últimos años enseñando a cabros jóvenes la chilena, como una forma de evitar su desaparición. Ese traspaso se tradujo en la aparición de una serie de conjuntos jóvenes, como Los Santiaguinos, Los Trukeros y cuyo cultor más mediático es el actor Daniel Muñoz y su grupo 3×7 son ventiuna.
El Baucha, a diferencia del Nano Nuñez, nunca quiso enseñar su arte, lo que le valió un eterno segundo plano tras el Nano, pese a que fue el Baucha quien gestó la grabación histórica de la cueca brava en el disco “Cueca centrina”.
“Nooo, yo no le enseño a niún culíao, es pa quebrarse la cabeza, ¿quién me va a pagar? Tendría que ser en oro, porque me voy a volver loco si me toca un güeón duro de cabeza. A mí me han llamado güeones de plata pa que les enseñe cueca, de allá de Las Condes… ándate a la con-che-tu-maaaaaaadre, les he dicho. Que aprendan solos los culíaos”, dice con tono enojado.
¿Cómo aprendió a cantar, don Luis?
-Partí cantando de niño, a los 5 años. Yo no tuve maestro. Escuchando a cantar aprendí, no con un maestro. Oyendo cantar, oyendo versos, lo que decían y me le quedaba en la mente.
El Baucha se crió en el antiguo barrio de la Estación Central de Santiago, hasta donde a mediados del siglo XX llegaban los trenes cargados con carne, frutas y verduras desde el sur, para luego ser repartidos en Santiago. Allí partió cantando arriba de las carretelas repletas de sandías.
“Mi papá tenía carretela y las fletaba para transportar la fruta a los almacenes. Los viejos le decían a mi papá que yo cantaba bonito, así que me subían arriba de un carretón y las ofrecía. “Sandías con canto, sandías con canto”.
Oiga, don Luis, usted se crió en el barrio de Estación Central…
-Sí, en el barrio de Chuchunco, ése es un barrio bravo, muy bravo. Esos güeones eran más tomadores, se mataban peleando a tajos por las cuecas, peleaban y peleaban. Ese barrio quedaba desde Borja, donde está Romualdito, hasta Velásquez. Ése era el barrio Chuchunco pa abajo.
¿Y usted que hacía ahí, en el barrio Chuchunco…?
-¿¡Cómo que qué hacía!? Yo ahí vivía pues, qué iba a hacer ahí, si no iba a saludar.
La silla del Baucha da frente a frente al retrato del Nano Nuñez, que mientras el
Baucha se larga a hablar, parece mirarlo como vigilando cada respuesta. Dos vinos le abren la sonrisa y despiertan los ojos del viejo, que no repara en cepas, ensamblajes ni siutiquerías.
¿Su papá que hacía don Luis?
-¡Tenía carretooooón, no le dije!, yo trabajaba con él.
¿En qué consistía ese trabajo, qué hacía?
-Fletaba, ¿sabe los que son los fletes? (indignado)…
¿Yo leí que usted cantó con un sr. Santa María?
-Con el viejo Santa María, claro que canté con ese viejo cabrón. No, ese viejo era cochero, cuando no habían autos aquí, habían puros coches a pila. Trabajaba ahí en Ecuador con la Alameda, ahí se paraban los cochecitos de pila, que se llamaban. Usted iba para la Pila del Ganso, entonces pescaba un cochecito, 5 personas, o seis, tres atrás y tres adelante, cabían como siete. Entonces se daban vuelta por la Alameda y después se venían por Ecuador para arriba.
A caballo…
-No, poh, a caballo, no iban a ir en carretilla los güeones. Sí, a caballo, en un coche, por algo se llamaban coche pila. Todavía esos existen en Valparaíso.
En ese barrio, por los años 40, había buenos cantores de cueca…
-Había mucha gente que cantaba muy bonito, el mismo viejo Santa María, con el que canté cuando niño, el Negro César, Carlos Godoy, el Mario Catalán…
El preso del puñal, yo leí por ahí…
-Noooooo, ¿quién le contó eso? Si ese güeón hubiera venido a cantar aquí, yo le pego con la mesa. Ese güeón era batería de casa de putas. ¿Quién le dijo esa güeá?
Lo leí en un artículo de Mario Rojas…
-Mire, dígale a Mario Rojas que dijo el Bauchita que aprendiera del folklore, dígale que yo digo. ¡No poh, ta güeveando! –grita, indignado— si ese era BATERÍA, NO CANTOR. Igual que si el Buey fuera cantor. Por eso que le digo, hay güeones que no saben nada de folclore. ¡Mira al güeón que ponen de cantor! remata, indignado.
RUEDAS
En ese ambiente se daban las ruedas de cantores, competencias de cueca…
-Sí, se juntaban en ruedas, eran de viejos. En los conventillos, mujeres, hombres, pedían un chuico de vino y se ponían a tomar, se ponían a cantar. Un causeo de cebolla, de serdina, de salmón, con una güeá grande comían todos. Cuál de todos con una bufanda, un pañuelo de seda al cuello blanco, cuando no eran medio aniñados, llegaban con un clavel en la oreja. Yo a los 13 años conocí todas las casas de putas de Santiago cantando. Pero no por cagao, andaba con amigos. Porque cantaban bien y los güeones de plata me llevaban y me echaban a cantar, pero estos güeones de ahora se ponen a hablar güeas que no han existido.
¿Qué hay con eso de que por la cueca corría sangre?
-Peleaban poh, sí, peleaban. Habían muchos insultos en la cueca, después que terminaban de cantar y si les parecía mal salían a pelear a tajos los culíaos.
Porque las cuecas no se cantaban como ahora, que todo tiene que pegal. Nada, antes se cantaban pedazos de cueca.
Pedazos de cueca, ¿cómo es eso?
-¡¡Pedazo, poh!! (grita enérgico, como diciendo: no me pregunte huevadas). Se cantaba la mitad de una cueca, el otro pescaba otro verso y terminaban echándose tallas en la huevá y ahí salían las peleas a tajos. Claro, era re jodío. Mire, si las cuecas se comenzaron a cantar completas no hace ni veinticinco años. Hoy día no, poh, usted saca una cueca y tiene que pegar todo, se cantan enteras …
Y esa cueca que se cantaba ahí, en esas ruedas donde se peleaba ¿era la cueca brava?
-Noooo, en ese tiempo no había cueca brava, nooooooo, cueca no más. Cueca, era cueca (enojado). Si este viejo -y apunta con la boca el retrato del Nano Nuñez y se frena, como aguantando el adjetivo- no halló qué ponerle a la cueca y le puso cueca brava. Si él es el que le puso esa güeá. Si esa güeá de la cueca brava no ha existido nunca. Él, él -y vuelve a apuntar, acusador, a Nano Nuñez-no hallaba qué hacer y le puso así a esa gueá.
¿Por qué el Nano le puso cueca brava?
-Puta, cosa de él; vaya a preguntarle al cementerio, no ve que me está preguntando güeás que no tienen na que ver…. ¿Qué tengo que saber por qué le puso cueca brava a la güeá? Cuando cantábamos nosotros no existía esa güeá. El viejo le puso a esa güeá de cueca brava, porque se creía choro, pero no fue nunca ni una güeá. Si ese güeón era pintor de micro.
¿Cómo se conocieron con el Nano Nuñez?
-Ese güeón era pintor de micros, no era cantor, no le dije. Yo era el que cantaba bien. Pero el viejo era maldadoso, cuando el conjunto ya estaba bien constituído y ganábamos una estuatilla, el viejo se la llevaba para la casa.
¿Por qué se distanciaron?
-Una vez le pegó a un compañero mío. Era cachetón y los gueones cachetones a mí no me gustan. Entonces yo le dije: no grabo más con vos, lo mandé a la chucha y no le hablé en veinte años y se acabó la güeá. Si era un conchesumadre, no porque esté ahí en la pared muerto el culíao
no voy a hablar. Envidioso, cabrón, las quería todas pa él, las tenía todas.
¿Usted era el bueno para el canto…?
-Yo con el Perico, los dos éramos los cracks… Él se metió con otro grupo a enseñar lo que era la cueca brava y la güeá. Era un güeón de mierda.
¿Qué hay con la vestimenta, con el pañuelo de seda al cuello y esas cosas?
-Esas güeás son de los antiguos, no de los güeones de hoy día. Esa güéa del pañuelo la hablaba el Nano y los cabros engrupidos se ponen el pañuelo al cuello. Él les enseñaba eso a los güeones. Si el viejo les hubiera dicho: ‘canten cueca con un palo metido en la raja’, se habrían metido un palo en la raja y cantado. Claro, poh, les decía “hay que ponerse pañuelo de seda y la gueá” y todos los güeones lo hacían. Yo sé mucho más que ese culiado. Ese güéon del Nano no servía ni pa lustrarme los zapatos. Yo soy cantor, poh. Todos los güeones hoy hacen lo que enseñaba el Nano y él nunca fue un gran cantor. En todos los discos que tenemos, él no suena en ninguna parte.
El Nano decía que la consentida era una cueca mal hecha, que no respetaba la métrica.
-Mire, pa eso vaya a preguntarle a ese güeón que está muerto. Ése es crítico, yo no critico ni una güeá, amigo. Si estaba mal hecha pa´ qué chucha la grabaron entonces. Los culpables son los sellos, pa qué voy a criticar al que hizo la cueca. Él hizo una cueca y se la aceptaron y después que la grabaron vienen a hacerle problema. ¿Quién le contó eso de La Consentida?
Lo leí por ahí, lo dijo Nano Núñez
-Aaaah, ¿no ve, poh? Usted está aprendiendo puras güeás de ese viejo culiao mentiroso, iñor.
Bueno, por eso lo vine a entrevistar a usted…
-Mire, a ese hombre que está muerto usted le tocaba una cueca bonita, encachá, bien hecha, de esas que no tienen ná que hacerle y el güeón se la encontraba mala. Una vez no le aguanté. Le dije esta cueca es mía y voy grabarla y cuando me dijo “no”, le dije “grábala vos, poh, conchetumare… y la grabé la weá”. La consentida se sacó el primer premio y el Nano dijo que estaba mala, viejo ignorante y la conchesumare, hallaba todo malo. Un día hasta me dijo que las cuecas de Efraín Navarro eran malas. El negro (Navarro) tocaba la guitarra más lindo que la chucha. Yo trabajé años con él. Era medio aindiado, era güen compositor, era un güeón grande. A él un día le halló una cueca mala. El Nano estaba enfermo y todos le decían don Nano y la güeá y lo agrandaron. Si él hubiera estado aquí no le habría dado la entrevista, le hubiese tenido que pagar 100 ó 200 lucas.
¿Oiga y qué opina de que a los jóvenes les guste la cueca?
-Es bonito, si a los cabros ricachones pa allá pa arriba les encanta. Yo he ido a cantarle a mucha gente, a los gringos. Los gringos se ponen la güeá de chaleca en la cintura y comienzan a saltar, parecen indios los güeones, pero les gusta la cueca.
LOS NUEVOS
¿Qué le parecen los nuevos cuequeros?
-Mal, aquí hay unos güeones, usted los va a oírlos cantar. Na que ver. Antes se cantaba pura cueca pues, no se cantaban tangos ni güeás, ni boleros, esa güeás no existían aquí. Cantaban las mujeres, muy bonito. Mujeres de 30, 40 años, tocaban guitarras y cantaban. Yo vengo de eso, mi madre era huasita de San Francisco de Mostazal.
¿Cómo canta la nueva generación de cuequeros?
-Si no se trata de grito esta güeá, se trata de saber cantar. No se trata que un güeón “ayyyyyy!!, grita, si pareciera que le están dando palos. Entonces los culíaos gritan pa dársela que tiene voz y quiere subirse ahí al escenario. Pero esos güeones no llegan a ninguna parte. A usted le han contado una pila de mentiras estos güeones.
¿Son malos, entonces, los nuevos cuequeros?
-Mire, dígale a todos estos güeones que cantan aquí si cantan mejor que yo. Yo con 80 años igual les saco la chucha a los nuevos.
Es que usted tiene más historia…
-Noo, historia no, si yo canto bien, si no me pagan na porque tengo historia, iñor, me pagan por lo que canto. Si yo canto, pero vendo mi canto, no soy güeón, a nadie se lo voy a regalar. Todo lo que se canta aquí en Chile, se lo voy a decir delante de ellos, ¿de quién es, de quién son todas las cuecas? ¿Tienen cuecas nuevas estos güeones? NO, no, todas las cuecas que se cantan hoy son de Los Chileneros. Estos güeones que cantan aquí no saben ninguna güeá, todas las güeas las grabamos más de 50 años atrás.
Daniel Muñoz le ha dado un nuevo impulso a la cueca brava…
-Mire, ¿quiere que le diga algo? No sé cómo el güeón del Daniel Muñoz habla de cueca, si recién ayer empezó a cantarla y los otros güeones murieron hace como 80 años. Él habla de la Carlina, que las cuecas eran aquí, que eran allá. Si el güeón no conoció a la Carlina, no conoció ni los zapatos de la Carlina. Yo conocí a la Carlina, pero a este gueón se le fueron los humos a la cabeza.
¿Qué le parecen Los Trukeros?
-Esos son como diez güeones y todos cantan parejo, parece coro la güeá, no hay segunda, no hay nada. Los Santiaguinos graban y no venden, qué más quiere.
¿Cuándo alguien, según usted, es buen cantor?
-Mire, la palabra de cantor es muy grande, si cualquier güeón no canta, hay una pila de güeones aquí, por ser, que gritan. Si acá viniera un güeón que quisiera filmar una película de Tarzán se podría llevar a todos estos güeones.
¿Pero cuando alguien es buen cantor?
-Un güeón que cante en primera y en segunda (voces) y que sea melodioso. Si un güeón desabrido tampoco abarca. ¿Por qué cree que Camilo Sesto es grande? Porque es melodioso, si el güeón desabrido no llega a ninguna parte.
¿Hay que sacar la voz?
-No, nada, ¿¡quién le dijo eso?! ¿¡Quién le contó eso!? Ahí es donde está mal usted. Quiere que le diga una cosa, no entreviste a cualquier güeón que le cuente mentiras y güeás.
¿Oiga y que opina del tío Lalo Parra?
-No, esos son mugres.
¿Pero él es cuequero o no?
-¡Son mugre! Cuando le diga que es mugre, es porque es mugre. Ese viejo no canta. No me meta con esa clase de canto. Son güeones que inventan güeas.
¿Y Roberto Parra…?
-¡¡Puta!!, ¡¿Qué tiene en la cabeza?! -grita, rojo de rabia-. A mí me incendia esa güeá. Le digo que son mugre. Mire, en la Yein Fonda cuando estaba cantando, llegó el Lalo y me dijo: vos soi grande, pero te voi a cantar una cueca que es mía y no la hai oído cantar nunca y empezó: “le abro la guata al chancho porque soy…”. Yo se la terminé y le dije: “¿te digo cuántos años que canto esa cueca? De cuando tenía como 11 años, güeón, te la canto?”. Y se la canté.