sábado, 19 de septiembre de 2009

Barbarie


Yo soy de la firme convicción de que todos los independentismos se fundamentan en un fascismo. Esa es la razón por la cual nunca me gustaron los anarcos, independentistas de izquierda o derecha, ni todo eso que hiede a progre.

Los nacionalismos del tipo que sean; Chileno, Mapuche, Palestino o Vasco, nunca me fueron, es porque siempre los encontré profundamente barbaricos. El nacionalismo es una suerte de autoclausura, se sitúa en una diferenciación pre civilizatoria; raza, pueblo, cultura, idioma, son sus caballitos de batalla, son la entidad definitoria de cajón, plantean una situación de parabarbarie, postcivilizatoria, como si ese accidente cultural precivilizatorio no fuera un retorno paradójico, ya que la nación se define como una asociación libre de sujetos que viven bajo una ley común, y sin embargo, se le atribuye a la nación, cualidades espirituales, cosmogenicas, únicas, presuntamente originarias y anteriores, primigenias, precisamente a eso que llamamos civilización, entonces, se es en este mundo, una u otra cosa, dependiendo del artefacto cultural, ya que esta es la unidad de adscripción por la cual se pretende establecer un criterio diferenciador, el sujeto se circunscribe a una historia del pueblo, a un lugar sin tiempo ni espacio, imaginario, en el cual se diferencia, se define y se establece como distinto, y en vez de situarse polemicamente como un ente diferenciado, como un otro que es y que participa, se sitúa desde la diferenciación, lo que es sinónimo de exclusión, razón por la cual, siempre he sostenido, que todos los nacionalismos son intrínsecamente fascistas. No se puede apoyar la causa Mapuche o Vasca, sin ser Fascista, sin estar situado en la exclusión de un otro.

El nacionalismo cultural en general y el indigenista en particular necesitan, para justificar sus acciones y pretensiones políticas, hacer uso de la lengua, la raza, la religión y la tierra. Estos son algo más que meros datos, son sin duda el condicionante de su vida, son la parte sustancial del sistema de legitimación de los nacionalismos; la condición necesaria a través de la cual deben transitar para tomar declaración de principios, o para usarla como sustento ideológico. Cultura se hace sinónimo de civilización; como si cualquier producto cultural fuera en si mismo, un ente diferenciador y no, un mero accidente situacional, que nuevamente, en vez de polemizar, se autoclausura, y que en esta contradicción, pretende reproducirse.